jueves, 31 de diciembre de 2009

El día de “L´home dels nassos




31 diciembre 2009: 

¿Dónde estarán los inocentes?, decían los compas de barra ayer mañana en la tertulia de turno, en Alicante en el Ros de mis amores. Todos hablándome de las repetidas informaciones vertidas por el ala oficial del poder sobre los sueldos de los Controladores. Le he dado un abrazo a Pepito, despidiendo el año, y nos hemos puesto a llorar como dos niños, “como dos gilip…..”, ha dicho uno que estaba en el ajo escuchando “lo nuestro”, a la vez que informaba al resto de nuestros desvaríos y costumbres; “Que si un café 80/20, que si la Bendición, que si la Palmadita en el culo”, “tios; sois gilip…. y un poco Mari ….”. A pesar de todo el día empezaba bien.



Más tarde la visita a la USP de Murcia para ver a Juan, el tercero de la saga murciana de los Tarragó, ha dejado huella visual y emocional y un gran agotamiento. No sé qué me pasa últimamente que la cosa se pone más fea de lo normal, me canso una barbaridad y tardo más que nunca en menearme unos metros. En fin, con este nivel de forma física, no creo que Del Bosque me llame para Sudáfrica.

Pero viendo a Juan, me han venido a la cabeza todas aquellas imágenes que hace nada veía yo en mis queridos Agustín y Paquita. Pero esta vez yo era el Agustín y mi hijo era el “Yo” de hace casi 40 años.

Mientras meditaba sobre lo que pasó esta tarde en la USP, ayer para el que lea el panfleto en su fecha, recordaba que mi Abuelo Enrique siempre me contaba, y me contó hasta que se fue, que hoy, día 31, era un día muy especial. Era el día del Hombre de Las Narices. Me contaba que hoy andaba un hombre por la calle que tenía tantas narices como días tenía el año.

Como un poseso de envidiable carrera, salía a las compras que me encargaba mi Madre por el barrio, frente al Hospital de San Pablo, en la Barcelona de los 50, y buscaba y buscaba a mi “Hombre de las narices”, pero nunca lo encontré.

El caso es que, aún ahora, sueño siempre, en este día, que salgo a buscarlo con la esperanza de encontrármelo en cualquier esquina. Nunca perdí la fe, seguro que algún día lo encontraré.

Así son mis sueños, no quiero que cambien y así seguirán siempre cuando consiga transmitírselo a los enanos.





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