domingo, 7 de febrero de 2010

La Misa, La Claustrofobia, El Tourmalet, Antonio y Cohonesto - Playa San Juan y un paseo extraordinariamente feliz.


7 febrero 2010.


Hoy el título está en verde, en claro homenaje a la impetuosa noche toledana de mi vecina.



Un paseo matutino, por muy dominical que sea, es siempre un acto de fe. Quiero decir que además de ir a misa, pues debes ser capaz de meterte cuesta abajo junto al Holliday, camino de la Playa, y luego regresar por el Tourmalet de la misma cuesta que para mi supone la susodicha cuestecita.

Pero no pasa nada, después de pisar tres preciosas mierdas de perro de alguien que no sabe que ellos no tienen la culpa, me refiero a los perros, me he dado cuenta que en la Misa de hoy no había ningún conocido con quién contarle algo de eso que me gusta a mi llevarme al teclado. Nada, ni una mirada lasciva, ni un roce con eso de; “me deja pasar”. Nada de nada. La Misa ha sido preciosa, mientras he estado allí, y la Iglesia es de esas que gusta entrar. En el post anterior he dejado las fotos. Lo que me ha parecido muy “moderno”,  es que la Misa se celebra dentro pero las mamás se quedan fuera con los niños en el césped, dándoles alivio a sus impulsos infantiles. Hay altavoces que permite seguir la Misa desde el exterior, incluso hay unos atacados por  la claustrofobia que se sientan allí, como si de tomarse una horchata se tratara.

Lo común, eso sí, es que la gente, en esta, igual que la otra de la Playa, van de Domingo riguroso. Señoras con “Chal” y tíos con corbata. Pero hoy hacía un día de verano, sol de justicia y ni un soplo de viento. La mayoría de los de mi edad, andaban con la camisa por fuera, la corbata “despachurá”, americana en brazo y pañuelo en frente sudorosa. Una estampa digna de los 50. Pero si te cansas, te vuelves hacia el césped y vuelves al XXI. Uff, que susto.


Con el Aleluya en mi ático ótico y la grata imagen de una sencilla y bonita arquitectura en mi retina, salgo con la sonrisa que últimamente me fluye mas que al Cura de la Serie de La Señora y me pongo a andar hacia el mar.

Llego a uno de mis rincones favoritos y con ello me voy a ver a mi Antonio, mi hombre del tiempo, le pregunto por el tiempo, pero me mira con cara de: “Tío, menos cachondeo, que ya te pasas”.  Compro mi papel prensa y me voy a rezarle a Cohonesto, pues no veo que hoy sea el día graciosos de Antonio.

Cohonesto está algo cabreado, o bastante, pues tengo la impresión de que pasa sed. Tiene la piel un poco seca, pero aún y así, sigue en pie, sigue siendo mi símbolo vital, mi estandarte urbanístico.

El es Cohonesto  I, el Rey del asunto de ponerse de acuerdo los del ladrillo, con los del planeamiento y con los del Concejurbanismo Local. Hoy se ha dejado fotografiar de perfil y al sol.   Está guapísimo, además me ha dado otro buen consejo cuando le he preguntado si conviene  levantarse mañana temprano en busca de hacer algo de provecho sin que alguien te lo amargue. Se ha mantenido quieto y en silencio, ni sus hojas hablaban ni su tronco se movía en gesto o señal alguna, pero al tocarlo, y a través de mi Bluetooth personal, he recibido su mensaje en forma de una extraña sensación que me ha recorrido las piernas hasta llegar al lugar donde termina la espalda. En mi atalaya cerebral y sensitiva un mensaje en off: “Nunca te canses de vivir, no esperes a que llegue mañana para hacer algo, mañana puede ser nunca”.

He dejado a Cohonesto, la zona del café la he pasado de largo, y a mas velocidad de lo normal he llegado a mi palacio y la he abrazado hasta que me he hartado - ¿Pero qué te pasa? – Pues nada, solo le hago caso a Cohonesto.


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