Fotografía de Yuichiro Miyano
20 abril 2016
Amanece sin
sol, me asomo a la ventana y veo, nuevamente, a mi querido y veterano abuelo
con su bola de hierro tirándola con habilidad de mago para acercarse a la
pequeña de madera que ha tirado previamente, haciéndolo con ese amanerado y estático,
gesto – al estilo de los inefables del golf cuando lanzan la bola - que ya casi se me había olvidado. La niña
rubia y largas trenzas, sentada en el verde banco, lo observa apasionadamente.
Al final, la niña se levanta, increpa a su abuelo mostrándole el reloj de su brazo y éste, a regañadientes, recoge las bolas mientras la niña - como hacía hasta el año pasado que dejé de
verlos - se vuelve hacia mi ventana y me saluda con la mano al mejor estilo de
las Belleas del Foc … Adiós, niña,
adiós abuelo, les digo sin que puedan oírme a la vez que les levanto
la mano en señal de despedida. Quizás el abuelo estuvo enfermo… quizás los
padres se hayan separado y ahora anda de casa en casa… quizás solo sea que yo
no haya sabido verlos… no sé, pero me ha dado una gran alegría volverlos a ver.
En La Playa,
solo hay veteranos solos aunque vayan acompañados o no, y otros, también muy
veteranos, que sí van acompañados… algunos, incluso, van cogidos de la mano.
Hace frío, un viento que hoy me parece helado mueve las banderolas que ya
empiezan a quitar los empleados de la publicidad municipal pues se advierten elecciones a la vista y hay que estar
preparado. Oigo como el mar me dice hola, me dice que mañana me espera. Creo
que me lo ha dicho pensando que me he enfadado con él por estar tan frío, pues
hoy no me he mojado los pies.
En la cola del
Super, justo delante de mí, a una sesentona de buen ver y aún mejor vestir, le
pide la cajera 9,17 € y la mujer deshaciendo el bolso y casi arrancando la piel
del fondo, dice no tener más que 9,05 €. Dice que se ha dejado el bolso de mano y
alguna cosa más que no ha podido concretar y entonces, ante el esperpéntico impasse
creado entre empleada y la bella, yo he
sacado 20 céntimos y se los he dado a la cajera al grito de, (dirigiéndome a la
bella): “No se preocupe, otro día me pasará a mi” – La mujer, que parecía
haberse pintado de colorete subido en un segundo, con un discreto “gracias” y
un gesto con la cabeza en señal de agradecimiento, se ha marchado a toda
velocidad hacia la puerta con su bolsa de la compra hecha. La vendedora, se me
acerca y me dice… “Pobre mujer, cada día lo mismo, le tengo que quitar
productos hasta que cuadra con lo que lleva”.
Al entrar en la
Casa de La Lotería y Apuestas Mutuas, una mujer muy anciana que está siendo
atendida lanza un grito que parecía de alegría y lo era. Me acerco sonriente y
la anciana me dice: “Me ha tocado, me ha tocado”.
Resultaba ser que le devolvían el dinero apostado la semana pasada en su
Primitiva. “Enhorabuena, María”, repetía gozoso el lotero ante la inmensa
felicidad de su clienta.
En la farmacia
me encuentro con la bronca casi frecuente de cada día que voy. Un viejo de mi
edad, (o más), quiere que le den el medicamento que pone en su papel de “crónicos”
y no hay nada que hacer con él a pesar de los intentos de la joven farmacéutica
en explicarle que su medicación ha caducado y que debe ir al médico de familia para
renovarla. Al rato y una vez se fue el abuelo, la siguiente bronca es con una
joven mamá que, sin receta, quiere que le den un Lorazepam pues dice que lo
necesita para dormir y todo ello después de que la agotada farmacéutica se lo
repita una y otra vez: “Este medicamento no se puede dar sin receta”. Cuando me
toca a mí, la cola ya sale por la puerta y no es momento de montar ninguna
tertulia, pero con un gesto le dejo ver a mi querida Licenciada que el cielo le
espera, aunque de seguir ahí, en ese empleo, puede que sea pronto.
No obstante, lo
mejor del día, me ha sucedido cuando me ha llamado el fontanero y me ha dicho
que hoy iba a venir a reparar mi lavabo, casi me pongo a llorar de emoción… (Recuerdo
que cuando le pedí que encontrara un hueco para la reparación aún nevaba en La
Aitana), pero me he rehecho y le he podido contestar: “Sí, sí, allí estaré a
las cinco en punto, gracias, gracias, muchas gracias señor fontanero, gracias…
Dios se lo pagará, seguro que lo hará”.
Ya sabéis, yo
solo hago fotos, las conclusiones, la calidad, el color, el foco y las
respuestas, es cosa de cada uno que las ve… siempre que las quiera ver. Aprovechad el día, la vida es corta y la felicidad está, siempre, a la vuelta de cualquier esquina aunque no la esperes.
PD: Mil disculpas, se me ha ido de las manos, es de un largo insufrible. Prometo, a cambio, no escribir en dos días.